sábado, 3 de octubre de 2009

ARGUMENTO Y PERSPECTIVA PERSONAL SOBRE EL LIBRO: CRUZANDO EL UMBRAL DE LA ESPERANZA

ARGUMENTO
Con motivo de la celebración de los 15 años de pontificado de su Santidad, el Papa Juan Pablo II, un periodista le había hecho la invitación de someterse a una entrevista televisiva, que hubiese sido absolutamente la primera en toda la historia del papado, pues nunca en la historia de la humanidad un sucesor de Pedro se había sentado ante las cámaras de televisión para poder responder de una manera apresurada, y durante una hora, a unas preguntas que se podría decir, quedaban a la completa libertad del entrevistador.
Se tenía pensado que dicha entrevista, fuese transmitida por el famoso canal de la televisión italiana, y posteriormente sería transmitida por la mayor cantidad de cadenas a nivel mundial. La idea de la realización del libro, surge del razonamiento que el señor periodista se hace: “la Iglesia no ha sido confiada sólo al clero, sino a todo bautizado, aunque a cada uno según su nivel y según su obligación”. Pero, para sorpresa de todos, el Santo Padre no tuvo en cuenta la cantidad de obligaciones que tenía específicamente, en el tiempo en el que se tenía programado para hacerse la toma, editarlas, emitirlo. Pues la misión del Pontífice, consistía en el predicar el Evangelio a todos los pueblos del mundo.
Transcurrido un tiempo, el señor periodista recibió una llamada del director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, su colega el señor Joaquín Navarro-Valls quien tenía un mensaje del Pontífice que decía: “«Aunque no ha habido modo de responderle en persona, he tenido sobre la mesa sus preguntas; me han interesado, y me parece que sería oportuno no abandonarlas. Por eso he estado reflexionando sobre ellas y desde hace algún tiempo, en los pocos ratos que mis obligaciones me lo permiten, me he puesto a responderlas por escrito. Usted me ha planteado unas cuestiones y por tanto, en cierto modo, tiene derecho a recibir unas respuestas... Estoy trabajando en eso. Se las haré llegar. Luego, haga lo que crea más conveniente.»
La intención del libro consiste, en subrayar la ardua tarea del sucesor de Pedro, siendo él, el maestro de la fe, el apóstol del evangelio, padre y por así decirlo, al mismo tiempo hermano universal gracias a la acción del Espíritu Santo en nosotros los católicos, podemos ver en él, al vicario de Cristo, comprendiendo que su testimonio de la verdad y su admirable servicio en la caridad se extienden a todo hombre. Se encuentra también una magnífica combinación que, por así decirlo, es su confidencia personal en lo que se refiere a grandes trozos sobre su infancia y juventud, en la que nos invita a reflexionar sobre diferentes fenómenos actuales. El libro, que está dividido en 35 temas que van desde: “El Papa un escándalo y un misterio”, hasta: “Entrar en la esperanza”, nos muestra toda la sin igual experiencia de quince años de servicio, a Cristo y a la Iglesia; esta admirable huella que ha dejado en su vida todo lo que de manera decisiva ha ocurrido durante su periodo de servicio; un caso patente fue la caída del marxismo, y su huella dejada en la Iglesia y en el mundo. Observamos su capacidad de generar proyectos incluso, el ímpetu de cara al futuro, su mirar hacia a delante, en especial al tercer milenio cristiano con el ardor y la seguridad de un hombre joven.

PERSPECTIVA PERSONAL
Se logra percibir en el libro, que para la elaboración de éste, debió de haber surgido un anuncio Kerigmático, es decir, el reconocer a Cristo como el único, verdadero, dueño y señor de la existencia del hombre. Un ejemplo claro, consiste en el caso que el autor nos narra en el que nos afirma: “Siervo de los siervos de Dios”. Estas palabras, hacen en sí referencia al papel fundamental que cumple el Papa como el vicario de Cristo, como el hombre que representa sobre la tierra al Hijo de Dios, haciendo las veces de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.
Admiro de modo particular la invitación que el Papa nos hace de “no temer a la verdad de nosotros mismos”. Se reconoce su humildad al afirmar que no hay que tener miedo cuando la gente lo llame Vicario de Cristo o cuando le dicen Santo Padre o Su Santidad u/o expresiones semejantes, y al compararlo con las palabras de Jesús en el Evangelio “A nadie llaméis Padre… porque solo uno es vuestro Padre, el del cielo; ni tampoco os hagáis llamar maestro, porque solo uno es vuestro Maestro: Cristo”(Mt 23,7-10).
Todas aquellas ocasiones en las que Cristo nos exhorta a “no tener miedo” se refieren, en primer lugar a Dios y en segundo lugar al hombre. Al reconocer que Cristo es el sacramento, el signo tangible, visible, del Dios vivo, nos permite creer con plena confianza que Dios se ha hecho hombre. Por tanto, para poder llegar al Padre, que es fuente de todo cuanto existe en el universo, se debe comenzar a seguir el camino que es Cristo, pues él mismo lo afirma: “yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie va al Padre sino por mí” (Jn 14,6). Rescato la importancia de los temas que se tratan en el libro, pues las preguntas que surgen allí, son las que muchas más personas quizás se han hecho, son preguntas que a lo largo de la historia muchos hombre han meditado y han tratado de darles unas posibles respuestas.
Dentro de los temas que en el texto se desarrollan, cobra para mí un alto nivel de importancia el que nos habla sobre el cómo rezar y el porqué rezar. En el texto se confronta con lo que el apóstol nos dice: “El espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque ni si quiera sabemos qué nos conviene pedir, pero el Espíritu mismo intercede con insistencia por nosotros, con gemidos inefables”. La oración se considera como una conversación, en la que el verdadero protagonista es Dios, que por medio de su Hijo nos libera de la esclavitud de la corrupción y nos conduce hacia la libertad, para la gloria de los hijos de Dios, cuyo protagonista es el Espíritu Santo, que viene en ayuda de nuestras debilidades. La iniciativa de rezar, siempre ha de ser una iniciativa de Dios en nosotros. El modo de rezar se debe de hacer de diferentes formas, una de ellas es la que nos dice el libro de los salmos: “Hay que rezar con gemidos inefables para entrar en el ritmo de las suplicas del Espíritu mismo”, también implorando para obtener el perdón.
“La revelación cristiana, desde su inicio, ha mirado la historia espiritual del hombre de una manera en la que entran en cierto modo todas las religiones, mostrando así la unidad del género humano ante el eterno y último destino del hombre”(Nostra aetate). Esta unidad de la que nos habla el documento Nostra aetate, se refiere al unir la humanidad, mediante los medios que dispone la sociedad actual. El surgimiento de las religiones, se produce principalmente por: “la respuesta a los recónditos enigmas de la condición humana, que tanto ayer como hoy, turban profundamente el corazón del hombre: la naturaleza del hombre, el sentido y el fin de nuestra vida, el bien y el pecado, el origen y el fin del dolor, el camino para conseguir la verdadera felicidad, la muerte y finalmente, el último e inefable misterio que envuelve nuestra existencia, de donde procedemos y hacia el que nos dirigimos”.
Para concluir, aunque desde tiempos muy remotos, los pueblos de la diferentes épocas hayan sentido aquella “fuerza misteriosa” que está presente en el curso de las cosas y acontecimientos de la vida humana, debemos luchar por unificar la religión para poder que toda la humanidad, haciendo uso del lenguaje universal de La fe y el amor, pueda glorificar al único dueño y señor de nuestra existencia.

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